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Todos construimos la ciudad


Un conglomerado social como lo es la ciudad de Guadalajara se vive y construye por todos y cada uno de sus habitantes y entre todos se forma una gran casa, en la que habitamos cuando transitamos por las calles, los espacios públicos como los parques, las iglesias, los centros comerciales, los hospitales y todos aquellos lugares a los que concurrimos por la necesidad de cubrir diferentes necesidades personales.

A veces es necesario tener otros referentes para valorar y comprender lo que ocurre en nuestra casa – ciudad.

Por ejemplo, con motivo de un congreso, tuve la oportunidad de visitar la ciudad de Lima, Perú, muy hermosa, costeña y con un tráfico denso muy parecido al de Guadalajara.

Lo que llamó más mi atención al caminar por sus calles, fue el intenso ruido provocado por las bocinas de los vehículos. Al cambiar el semáforo, inmediatamente los conductores empezaban a sonarlas queriendo empujar con ello al vehículo delantero para que arrancara rápidamente y generando un ruido continuo de altos decibeles, que me dejaba la sensación de alerta, fatiga e incomodidad.

También con esto se perdía el respeto y cuidado a la vida de los peatones que intentábamos cruzar la calle, ya que los vehículos se lanzaban en una feroz carrera para llegar al siguiente señalamiento con la luz verde, haciendo un verdadero deporte extremo de la aventura de caminar por esas calles.

Al regresar a casa, pude discriminar la falta de ese ruido en el tránsito de las calles, claro que sí motores de diferentes fuerzas, pero en general una sensación de mayor tranquilidad.

Con el paso de los días mi atención al circular me llevó a darme cuenta de que son pocos los histéricos que tocan el claxon sin razón y a valorar algo de lo poquito que podemos llamar ciudadanía que poseemos en esta casa.

Es importante cuidarlo, no dejarnos llevar por el impulso, porque si empezamos a abusar de nuestras bocinas, poco a poco vamos a tener un factor más de contaminación: el ruido.

También hace unos días fui a la Ciudad de México con la intención de subir lo menos posible a un vehículo, por lo que caminé por diferentes rumbos.

En los cruces de las calles del centro se aglutina una enorme cantidad de peatones; en un momento que aún estaba el alto para las personas y estaba despejado de vehículos, muchos empezaron a cruzar. Los carros que venían aproximadamente a una cuadra, en lugar de ser prudentes y frenar, aceleraron la marcha propiciando que la gente corriera en desbandada, para alcanzar la banqueta.

En otro momento similar, en que por otro rumbo de la ciudad caminé por la calle, vi que estaba el semáforo en el cambio del siga a luz amarilla, por lo que empecé a cruzar, cuando el vehículo que venía a media cuadra, aceleró la marcha y tuve que regresar como beisbolista en safe a la base, salvando el pellejo por unos segundos.

De nueva cuenta recordé Guadalajara, en donde cada vez más la cultura de ceder el paso al peatón, sobre todo cuando los cruces son por las esquinas, nos deja sentir que somos la ciudad amable y provinciana, que valora el respeto y cuidado.

Esto no quiere decir que estamos en un lugar en donde se pueden cruzar las calles al más puro estilo estadounidense, siempre hay que tener precauciones, porque hay muchos acelerados.

La reflexión va más en el sentido de la importancia de también ver y valorar lo positivo. La Fundación Vivir en Armonía hace con esto una invitación a cuidar nuestra casa – ciudad, incrementando nuestras conductas de urbanidad, respetando a todos y procurando un ambiente más limpio y saludable.

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